De noche en noche,
con frío y miedo,
estuve cerca del fuego de carbón,
Y, calentándome allí,
maldije y juré,
y me mostré mentiroso.
“¿No eres tú de
Galilea,
el amigo de aquel todo manso?”
El gallo cantó.
“No conozco
al Hombre de quien hablas.”
Pero luego Él se volvió,
Y en mí ardió
Una llama, encendida de Su mirada,
en lo cual lloré
por los juramentos incumplidos
y todos mis días tibios.
Cuando fue probado
, lo negué
y fallé en pasar la prueba,
Aunque prometí
con Él morir,
Le fallaría todo lo demás.
Lleno de arrepentimientos
y redes vacías,
recurrí a un antiguo empleado.
Pero cuando llegó el alba,
Él pronunció mi nombre,
Mientras ardía el fuego de carbón.
Ahora en la orilla,
pregunta una vez más
si seré su amigo.
Y, sobre las arenas,
Con manos horadadas , Me
da Sus ovejas para cuidar.
-Fr. Timoteo J. Draper