Allí a Tu diestra me aferraba
a cada una de Tus palabras.
A Tus quijadas se le pegó Tu lengua,
Todavía Tu voz escuché.
Perdón por ellos
buscaste, sin escatimar excusas.
Y Tu humilde corazón tan manso
Respondió sin abusar.
Por lo que me pregunté: «¿Qué pasa si yo
también busco el perdón?»
Pero recordar todos mis crímenes
Me robó el aliento para hablar.
Con los brazos extendidos, me recibiste
después de todo lo que había hecho,
cuestionando misericordiosamente:
“¿Aún huyes de Mí?
“Habiendo sufrido en tu dolor,
cargando tu cruz al hombro,
cuando tu amor busqué en vano,
entonces lamenté tu pérdida.
“Lo que tienes para ofrecerme
ahora para hacer las paces
es la fidelidad de hoy,
y seremos amigos”.
“¡Jesús, por favor acuérdate de mí!”
Desde lo más profundo lloro.
“Este día estarás conmigo
para nunca más morir.”
-Fr. Timoteo J. Draper