Breve Acto de Amor Perfecto:
¡Dios mío, te amo sobre todas las cosas, y en todas las cosas, con toda mi alma, porque eres digno de todo amor! (repetir varias veces)
Largo Acto de Amor Perfecto:
¡Mi Amor crucificado, mi querido Jesús! Creo en Ti y te confieso como el verdadero Hijo de Dios y mi Salvador. Te adoro desde el abismo de mi propia nada, y te doy gracias por la muerte que sufriste por mí, para que obtuviera la vida de la gracia divina. Mi amado Redentor, a Ti debo toda mi salvación. Por Ti he escapado hasta ahora del infierno; por Ti he recibido el perdón de mis pecados. Pero soy tan ingrato, que en lugar de amarte, he repetido mis ofensas contra Ti. Merezco ser condenado, para no poder amarte más: pero no, Jesús mío, castígame de otra manera, pero no de esta. Si no te he amado en tiempos pasados, te amo ahora; y no deseo otra cosa que amarte con todo mi corazón. Pero sin Tu ayuda no puedo hacer nada. Ya que Tú me mandas que te ame, dame también la fuerza para cumplir este Tu dulce y amoroso precepto. Tú has prometido concedernos todo lo que te pidamos: Pedirás todo lo que quieras y te será hecho. Confiado, pues, en esta promesa, mi querido Jesús, pido, ante todo, el perdón de todos mis pecados; y me arrepiento, sobre todas las cosas, de haberte ofendido, ¡oh Bondad Infinita! Te pido santa perseverancia en tu gracia hasta mi muerte. Pero, sobre todo, pido el don de Tu santo amor. ¡Ah, Jesús mío, mi Esperanza, mi Amor, mi Todo, inflámame con ese amor que Tú viniste a encender en la tierra! “Tui amoris me ignem accende”. Para este fin, hazme vivir siempre en conformidad con tu santa voluntad. Ilumíname, para que comprenda cada vez más cuán digno eres de nuestro amor, y que conozca el inmenso amor que me has tenido, especialmente al dar tu vida por mí. Concédeme, pues, que te ame con todo mi corazón, y que te ame siempre, y nunca deje de suplicarte la gracia de amarte en esta vida; que, viviendo siempre y muriendo en tu amor, llegue un día a amarte con todas mis fuerzas en el cielo, para no dejar de amarte por toda la eternidad.
¡Oh Madre del hermoso amor, mi abogada y refugio, María, que eres de todas las criaturas la más bella, la más amorosa y la más amada de Dios, y cuyo único deseo es verlo amado! ¡Ah, por el amor que tienes a Jesucristo, ruega por mí y obténme la gracia de amarlo siempre y con todo mi corazón! Esto pido y espero de ti.
Amén.