Asunción de la Santísima Virgen María
Siglo I
Solemnidad
Color litúrgico: Blanco
Patrona de Francia y Líbano
El final de una historia ilumina todo lo que le precede; Dios quiere a María para Él
La solemnidad de hoy de la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo conmemora, litúrgicamente, un dogma. El catolicismo celebra sus dogmas como un país celebra el día de su independencia o sus victorias militares. La Iglesia procesiona por las calles de la ciudad por el Cuerpo y la Sangre de Cristo; construye guarderías y compone villancicos para el dogma de la Encarnación en Navidad; nombra ciudades, como Asunción, la capital de Paraguay, según dogmas como el de la Fiesta de hoy. Esparcemos flores, cantamos canciones, caminamos en peregrinación, construimos santuarios y nos arrodillamos en oración por nuestras verdades más queridas. La tradición en la Iglesia no es un cofre cerrado. Es una fuerza vital, como una ráfaga de viento, que purifica y es purificada, que es siempre antigua y siempre joven, y que informa todo lo que la Iglesia enseña y hace.
La Asunción de María al cielo es una consecuencia lógica del dogma de la Inmaculada Concepción. Porque María nació sin pecado original, no sufrió sus consecuencias, entre las cuales está la muerte. Por ser ella una especie de Arca de la Nueva Alianza, que lleva a la Iglesia en la persona de Cristo, Dios la preservó del pecado y la quiso en Su presencia cuando cesó su tiempo en la tierra. Ningún santo ha disfrutado nunca de tal privilegio, porque ningún santo ha tenido nunca la relación con Cristo que disfrutó María. Una tradición piadosa dice que los coros de ángeles en el cielo susurraron con asombro cuando María fue asumida ante la presencia de Dios: «¿Quién es esta mujer tratada con tan singular respeto y honor?»
A veces es difícil apreciar la belleza y majestuosidad de un paisaje masivo sin una persona que le dé escala. ¿Qué altura tiene esa cascada? ¿Qué altura tiene ese pico de montaña? ¿A qué distancia de esa orilla? Coloque a una persona en el campo de visión y de repente la imagen cobra más sentido. Dios llena cada escena con su majestad. Él es casi demasiado para asimilarlo. Pero María le da a Dios escala y perspectiva. Ella humaniza la vista. María está siempre en primer plano, mostrando a los fieles cómo acercarse a Dios y rendirle el debido honor.
La devoción a la Virgen María no es solo una versión más intensa de la devoción a un santo. Es mucho más que eso. La verdadera devoción a María está en un plano superior de espiritualidad, algo que los “católicos de cuna” saben instintivamente, aunque no puedan explicarlo. Con María como nuestra madre, la Iglesia y sus doctrinas se vivifican. Parecen importar más. La Iglesia está más cerca de nosotros y nosotros de ella por María. La espiritualidad mariana es más que sabiduría religiosa en la tradición oriental. Es más que reconocer que Jesucristo vino de una mujer en particular y de un pueblo en particular. Ser “Mariana” es saber por qué Dios la quiere asunta al cielo, con el cuerpo intacto. Ser “Mariano” es entender que nadie pregunta por un bebé sin preguntar por su madre al mismo tiempo. María no fue sólo la primera cristiana. Ella fue, durante años, el único cristiano. Ella fue, durante años, toda la Iglesia.
El dogma de la Asunción, como todos los dogmas, es liberador. Las fronteras ahondan, al igual que los canales de riego conducen el agua hacia donde se necesita para que venga la cosecha. «No» puede conducir a nuevos descubrimientos tanto como «Sí». La buena teología a veces dice “No” a la mala teología. Esto suele conducir a una espiritualidad más profunda. Necesitamos sonoros misterios de fe para contemplar, considerar y conmemorar. Sin ellos, estaríamos enfocados en las falsedades o en nosotros mismos, y entonces podríamos convertirnos en el misterio de la fe en lugar de la verdad o Dios. Profundos dogmas de fe como el de la Asunción de María caminan de la mano con una espiritualidad vibrante. La Asunción de María al cielo abre nuevos horizontes a la mente ya la imaginación en la oración y en el deseo santo de descubrir más en la vida venidera.
Santa María, asunta al cielo, que tu vida con Dios, en cuerpo y alma, sea nuestra meta. Que veamos tu serena devoción a Dios ya la Iglesia como un ejemplo a seguir, un objetivo al que apuntar y un destino que aguarda al cristiano serio que emule tus sutiles virtudes.