Las oraciones de Santa Faustina – Oraciones Cristianas

“Oh Jesús, tendido en la cruz, te imploro, dame la gracia de seguir fielmente la santísima voluntad de tu Padre en todas las cosas, siempre y en todas partes. Y cuando esta voluntad de Dios me parece muy dura y difícil de cumplir, es entonces te suplico, Jesús, que de tus llagas fluya sobre mí poder y fuerza, y que mis labios sigan repitiendo: Hágase tu voluntad, oh Señor. (…) Oh piadosísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí mismo para vivir totalmente para las almas, ayudándote en la obra de la salvación, según la santísima voluntad de tu Padre…” (Diario, 1265).

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“Oh Señor, quiero ser completamente transformado en Tu misericordia y ser Tu reflejo vivo. Que el mayor de todos los atributos divinos, el de Tu insondable misericordia, pase por mi corazón y mi alma al prójimo.

Ayúdame, Señor, para que mis ojos sean misericordiosos, para que nunca sospeche ni juzgue por las apariencias, sino que busque lo que hay de bello en el alma de mis prójimos y venga en su ayuda.

Ayúdame, oh Señor, para que mis oídos sean misericordiosos, para que pueda estar atento a las necesidades de mi prójimo y no ser indiferente a sus dolores y gemidos.

Ayúdame, Señor, a que mi lengua sea misericordiosa, para que nunca hable mal de mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y perdón para todos.

Ayúdame, Señor, para que mis manos sean misericordiosas y se llenen de buenas obras, para que sólo haga el bien a mi prójimo y tome sobre mí las tareas más difíciles y penosas.

Ayúdame, Señor, para que mis pies sean misericordiosos, para que me apresure a ayudar a mi prójimo, venciendo mi propia fatiga y cansancio (…)

Ayúdame, oh Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo mismo pueda sentir todos los sufrimientos de mi prójimo. (…)

Que tu misericordia, oh Señor, descanse sobre mí” (Diario, 163).

“Oh Jesús, quiero vivir el momento presente, vivir como si fuera el último día de mi vida. Quiero usar cada momento escrupulosamente para la mayor gloria de Dios, usar cada circunstancia para el beneficio de mi alma. Quiero mirar todo desde el punto de vista de que nada sucede sin la voluntad de Dios. Dios de misericordia insondable, abraza al mundo entero y derrámate sobre nosotros a través del Corazón misericordioso de Jesús” (Diario, 1183).

“Oh Dios Misericordioso, Bondad Infinita, hoy toda la humanidad clama desde el abismo de su miseria a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios; y es con una poderosa voz de miseria que clama. ¡Dios misericordioso, no rechaces la oración de los exiliados de esta tierra! Oh Señor, Bondad más allá de nuestro entendimiento, que conoces hasta la médula nuestra miseria y sabes que por nuestro propio poder no podemos ascender a Ti, te suplicamos: llénanos de Tu gracia y sigue aumentando Tu misericordia en nosotros, para que podamos hagamos fielmente tu santa voluntad a lo largo de nuestra vida y en la hora de la muerte. Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de los dardos de los enemigos de nuestra salvación, para que podamos esperar con confianza, como Tus hijos, Tu venida final…” (Diario, 1570).

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Los frutos de la oración

“Por la oración un alma se arma para toda clase de combate. En cualquier estado en que se encuentre el alma, debe orar. Un alma que es pura y hermosa debe rezar, o de lo contrario perderá su belleza. Un alma que lucha por esta pureza debe orar, o de lo contrario nunca la alcanzará. Un alma recién convertida debe orar, o de lo contrario caerá de nuevo. Un alma pecadora, sumida en los pecados, debe orar para que pueda resucitar. No hay alma que no esté obligada a orar, porque toda gracia llega al alma por medio de la oración” (Diario, 146).

“…un alma debe ser fiel a la oración a pesar de los tormentos, las sequías y las tentaciones, porque muchas veces de ella depende la realización de los grandes planes de Dios. Si no perseveramos en tal oración, frustramos lo que el Señor quiso hacer a través de nosotros o dentro de nosotros. Que cada alma recuerde estas palabras: Y estando angustiado, oró más tiempo” (Diario, 872).

“Debemos orar a menudo al Espíritu Santo por la gracia de la prudencia. La prudencia consiste en la discreción, la reflexión racional y la resolución valiente. La decisión final siempre está en nosotros” (Diario, 1106).

Cuando digas esta oración, con un corazón contrito y con fe a favor de algún pecador, le daré la gracia de la conversión. Esta es la oración:

Oh Sangre y Agua 
que brotasteis del Corazón de Jesús 
como fuente de Misericordia para nosotros, en Vos confío” (Diario 187).

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