Mi Señor Jesús escondido, te amo y te agradezco con profunda gratitud por unirte a la humanidad caída. Cuando entraste por primera vez a este mundo, permaneciste escondido durante nueve meses en el vientre inmaculado de Tu Santísima Madre. Ella te llevó, cuerpo y sangre, alma y divinidad, dentro del santuario de su cuerpo. Ella también te llevó en su corazón como resultado de su perfecto amor por Ti y de su perfecta obediencia a la voluntad del Padre.
Precioso Señor, mientras abrazo esta temporada de Adviento, por favor abre mis ojos para ver el gran valor y la bendición de Tu Encarnación. Ayúdame a descubrir Tu presencia oculta en este mundo y dentro de mi propia alma. Deseo ver, comprender y experimentar los efectos profundos que Tu Encarnación tiene en mi vida y deseo recibir esos efectos más plenamente en este Adviento. Que me convierta en un santuario en el que Tú habites para que yo, como Tu querida Madre, pueda llevar Tu presencia al mundo.
Mi amado Jesús, te elijo a Ti, en este Adviento, como mi Rey y mi Dios. Me abandono a Ti y busco poner toda mi confianza en Tu tierno cuidado. Acércame a Ti y líbrame de mi pecado para que pueda amarte con un corazón puro y santo.
Madre María, así como llevaste a tu amado Hijo en tu vientre inmaculado, también lo llevaste en tu corazón. Orad por mí, en este Adviento, para que me entregue a la voluntad del Padre a imitación vuestra. Dijiste “Sí” a todo lo que Dios te pedía y nunca dudaste en abrazar plenamente Su voluntad divina. Ora para que pueda imitar tu ejemplo perfecto para compartir una unión más profunda contigo y tu divino Hijo.
Ven, Señor Jesús,
Ven, Señor Jesús,
¡Ven, Señor Jesús!
Amén.
