stabat mater – Oraciones Cristianas

Título completo: Cristo en la cruz con la Virgen y los santos<br /> Artista: Eustache Le Sueur<br /> Fecha de realización: alrededor de 1643<br /> Fuente: http://www.nationalgalleryimages.co.uk/<br /> Contacto: picture.library@nationalgallery.co.uk<br /> Copyright © The National Gallery, Londres» width=»500″ height=»751″><noscript><img fetchpriority=

En la Cruz, manteniendo su posición,
estaba la Madre afligida llorando,
cerca de su Hijo hasta el final.

A través de su corazón, compartiendo Su pena,
soportando toda Su amarga angustia,
ahora por fin la espada ha pasado.

¡Oh, cuán triste y dolorosamente angustiada
estaba aquella Madre, muy bendita,
del Unigénito!

Cristo arriba en tormento cuelga,
ella abajo contempla los dolores
de su agonizante Hijo glorioso.

¿Hay alguien que no llore,
abrumado en miserias tan profundas,
la querida Madre de Cristo para contemplar?

¿Puede el corazón humano abstenerse
de participar en su dolor,
en el dolor indecible de esa Madre?

Por los pecados de Su propia nación,
Ella vio a Jesús atormentado con tormento,
Todo con flagelos desgarrados:

Contempló a su tierno Niño,
lo vio colgado en la desolación,
hasta que envió Su espíritu.

¡Oh Madre mía! fuente de amor!
Toca mi espíritu desde lo alto,
haz mi corazón con tu acuerdo:

Hazme sentir como tú has sentido;
haz que mi alma brille y se derrita
con el amor de Cristo mi Señor.

¡Santa Madre! atravesadme,
en mi corazón cada llaga se renueva
de mi Salvador crucificado:

Déjame compartir contigo Su dolor,
quien por todos mis pecados fue inmolado,
quien por mí en los tormentos murió.

Déjame mezclar lágrimas contigo, haciendo
duelo por Aquel que hizo duelo por mí,
todos los días que yo pueda vivir:

Junto a la Cruz para estar contigo,
allí contigo para llorar y orar,
es todo lo que te pido que me des.

¡Virgen de todas las vírgenes bendita!,
escucha mi tierna petición:
déjame compartir tu dolor divino;

Déjame, hasta mi último aliento,
llevar en mi cuerpo la muerte
de ese Hijo tuyo agonizante.

Herida con cada una de Sus heridas,
empapa mi alma hasta que se desmaye,
en Su misma Sangre;

Sé conmigo, oh Virgen, cercana,
para que no me queme en las llamas y muera,
en Su terrible Día del Juicio.

Cristo, cuando me llames de aquí,
sé tu Madre mi defensa,
sé tu Cruz mi victoria;

Mientras mi cuerpo aquí decae,
que mi alma alabe Tu bondad, A
salvo en el Paraíso contigo.

Traducción de Edward Caswall, Lyra Catholica (1849)

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