La Natividad de la Santísima Virgen María – Santos cristianos

La Natividad de la Santísima Virgen María

Finales del siglo I a.C.

8 de Septiembre – Fiesta
Color Litúrgico: Blanco
Patrona de los plateros, alfareros y cocineros  

La última y más grande figura de la era BC provoca su fin

Las fechas de nacimiento de grandes hombres y mujeres se recuerdan para la posteridad. Los presidentes de los Estados Unidos se conmemoran cerca del cumpleaños de febrero de George Washington. Muchas naciones celebran su cumpleaños en la fecha en que obtuvieron su independencia. La Iglesia celebra su cumpleaños, por así decirlo, en la fiesta de Pentecostés. Sin embargo, la Iglesia suele conmemorar a sus santos en la fecha de su muerte, ordenación u otro hito importante. Sólo el mismo Cristo, San Juan Bautista y la Virgen María tienen fiestas conmemorativas de sus nacimientos, porque sólo ellos fueron santos desde el principio. Fueron santificados por Dios en el vientre, no santificados por gracia y largas pruebas durante su vida terrenal.

En ninguna parte de las Escrituras se registra el lugar y la fecha de nacimiento de la Virgen María. Tampoco se encuentran los nombres de sus padres en las Escrituras, aunque la tradición nos dice que fueron Joaquín y Ana. No es hasta el siglo VI que se tiene conocimiento cierto de una conmemoración litúrgica del nacimiento de María. Esto no es inusual. María vivió una vida en gran medida oculta, y su importancia teológica e histórica permaneció algo velada hasta que el Concilio de Éfeso en 431 la declaró formalmente Madre de Dios. Desde esa definición, cada aspecto de su vida se ha convertido en fuente de un rico patrimonio espiritual y teológico. 

La Palabra de Dios, para el católico, es más que su forma escrita. Somos un pueblo de la Palabra, no un pueblo del Libro. La Escritura es sólo una expresión del Verbo hecho carne, el Verbo dicho por el Padre desde todos los tiempos. Esto significa que un significado más rico y estratificado de los eventos del Nuevo Testamento se desarrolla perpetuamente en la Iglesia. La Palabra escrita de Dios en la Biblia está limitada por la naturaleza fija de todas las palabras escritas. Una vez puestos en papel no cambian. La Palabra Viva es algo más, y es la Palabra Viva que la Iglesia enseña, predica y vive. Al igual que una persona, el Cuerpo de Cristo se expresa tanto a través del lenguaje formal como del lenguaje corporal. Las palabras del Catecismo, las oraciones y los documentos magisteriales utilizan un lenguaje formal. Pero la liturgia, los sacramentos, la música, la arquitectura, las devociones piadosas, las procesiones, etc., son más como lenguaje corporal. Comunican las mismas verdades escritas que el Catecismo y la Escritura, pero de una manera diferente, más corpórea, más vivida. 

El silencio de María, el ocultamiento de gran parte de su vida, es intrigante. Es una invitación a la oración ya la reflexión espiritual. Su silencio, y el silencio de las Escrituras sobre tantos eventos que deben haber ocurrido pero que no se mencionan, significa que hay, y siempre habrá, más para que la Iglesia revele acerca de sus verdades más grandes. No son solo las Escrituras las que están inspiradas, sino también la Iglesia. Ella saca de Su almacén cosas viejas y nuevas, las pule y las ofrece a los fieles en un lenguaje culturalmente convincente para profundizar el contenido de la fe y la respuesta de los fieles a ella.

Pero incluso más que ofrecer cosas viejas en formas nuevas, incluso más que preservar verdades pasadas, la Iglesia es generadora de revelación. Ella es la Palabra Viva en el mundo de hoy, el Magisterio vibrante que absorbe las preguntas y los desafíos del mundo en cada época y les da respuestas convincentes. La tradición para la Iglesia, pues, no es sólo una joya que hay que guardar. La tradición es progresista, dinámica y activa. Y esta tradición positiva continúa celebrando el nacimiento de la Virgen María porque fue ella, la última gran figura de la era antes de Cristo, cuyo nacimiento en sí mismo dio origen a un mundo nuevo. Sin María, sin Cristo. Su nacimiento fue el comienzo del futuro que ahora todos habitamos. 

Santa María, celebramos tu santo nacimiento en la tierra que tu Hijo santificó. Tu vida discreta de oración y servicio oscurece tanto pero también habla en voz alta. Que nuestras vidas sean discretas en su bondad, conocidas por Dios y por los pocos que tienen ojos para ver y oídos para oír.

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